1.6.11

Mis estrellas

Hace muchos años atrás en las noches de verano, se subía a la ventana de su dormitorio, a observar las estrellas y a contarles como había transcurrido su día, sus secretos y sus experiencias, mientras respira hondo sintiendo el olor cálido de esa época del año. Mirando sus tres estrellas favoritas, que para ella eran sus angeles de la guarda, y día tras día les pedia el mismo deseo esperando que se hiciera realidad.
Hoy vuelve a retomar esa rutina; ese olor que adora tanto, recordándole cada dia de su infancia hay subida, esa brisa en la cara, haciéndole sentir las primeras lagrimas derramadas, por alegría, felicidad y amor… sintiéndose tan inocente y vulnerable; contándole a sus estrellas sus nuevos sentimientos, experiencias y emociones que le rondan por la cabeza, siendo cada una más enrrevesada que la anterior, lo que antes eran historias de niña ahora eran problemas de mujer, pero manteniendo ese mismo deseo, esperando que se haga realidad.
Madurar no significa dejar de tener tus sueños y perseguirlos, si algo sabe, es que nunca perderá la fe en esas estrellas que le han visto crecer, que le han visto caer y volver a levantarse en cada bache, que le han visto sonrojarse por una mirada, sonreir por una situación, enamorarse de ese supuesto chico perfecto, llorar por un mal acto y vivir experiencia tras experiencia, sin rendirse, sin dejar de respirar… Esas tres estrellas son su diario más fiel y autentico que recoge cada segundo, de cada minuto, de cada hora, de cada día, de cada mes, de cada año de su vida.

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